Y qué sé yo.

No sé qué esperaba, solo sé que esperaba, que intentaba siempre ver un poco más, que procuraba estar siempre un poco más, que buscaba, sentado, atento, ligero, algunas veces con los ojos cerrados, otras solo dormido, sin miedo saltaba, siempre mirando abajo, arriba, abriendo los ojos, para verlo todo, para sentirlo todo.

El gato y el perro.

Largas orillas de playas, de aguas de colores, de soles amarillos esta llena tu luna, sin arrugas, sin ligeras piedras vas, y vuelves, regresas de otras idas que siempre son las mismas, siempre son arenas, siempre, y te quedas a esperar y sonries para mi, y ahora que te quedas para siempre no te veo, ni te toco, solo te siento.

Boca a boca.

Atento a todo movimiento, a cada sigilo, de cada luz que parpadea, que ruge y lame, con lastimera tristeza, y con labios de ríos, de piedras secas y continuos desvelos, continuas voces que muerden, y arañan.

Tras la confución.

Siempre que empiezo es un nuevo suspiro, un dar por terminado un algo, sin importancia, algo que parecía único, algo que la distancia borra a cada paso mal dado, a cada grano de arena se le agrega otra vez, otro luego, y es un ahora, pero no ahora mismo, es mejor siempre después, es siempre mejor seguir guardando las distancias, seguir guardando, los silencios, los motivos, los errores, los no encuentros, las lejanías son mentiras, son celos, y equívocos.

De proposiciones.

Tremendas son las notas insonoras, las que menos tiemblan, las que no hacen ruido, las de impenetrables e insondables ondas, las que nada mueven, las de eternos silencios, las de lento trastorno, de perturbación incesante y de pequeño continuo constante, interrupidas por susurros, por sonidos de vientos que acarician cristales, lejos las manos, quietos los labios, inertes los cabellos, los ojos siempre cerrados, imitando piedras,

Tengo que hacer.

Con los lugares insólitos perdidos, lejos de los intermitentes lamentos, de las sirenas varadas sobre las rocas, sobre los escollos, sobre los lechos marinos, lejos de toda fortuna, entre olas, entre arenas de lejanas playas, noches y atardeceres, son lunas, son dunas, son fondos marinos, es buscar y andar, por caminos de algas, por lentos y densos repechos, a veces no sé, otras no puedo, y solo espero.

Dámelo.

Cuando tú sepas de otros, de estos, solo un poco de cómo, cuando sepas lo que se mueve, cuando sepas ver lo invisible, lo atento de lo ajeno a lo vano, a lo vacío, a lo esquivo, se abrirán otras realidades, y aquellos labios, y estos, y otros, se moverán las manos, los brazos, las piernas, se agitarán, temblaran y responderán.

Rendez vous Matriuska.

Intenso, páramo, tenso, inquieto, preocupado, liso y denso, como playas, como arenas, como lluvias, como caminos, sinuoso, quebrado, diminuto, roto y pegado y vuelto a romper y torcido y retorcido.

Para qué seguir.

Sin cargo, ni oficio, sin destino, sin utilidad, sin provecho, sin beneficio, sin ganancia, alargado estados, y estrechando tiempos, estirando y sacudiendo, dando sin pensar, para no probar, para justificar, para no demostrar, y sin convencer, e intentando no exponer, no sugerir lo evidente, lo eterno de lo complicadamente simple.