Cuantas palabras perdidas, sin sentido, tal vez habría que explorar, presentir, adivinar, percibir, aceptar, sospechar, perseguir, presentir o ignorar, perder, lamentar, suplicar, olvidar, desechar y despertar a otras formas a otros mundos a no se qué.

Quién sabrá abandonar, dejar a tiempo, saltar de la locomotora en marcha, lanzarse a este vacío lleno de silencios y palabras rotas. Quién moverá cada hilo, quién repondrá los sutiles momentos perdidos por giros inesperados, por calles de piedras negras. Quién devolverá la calma, las noches y los roces, los murmullos, cada pliegue, cada palmo, cada mirada. Quién.

Pienso en lo inalterable de las palabras no dichas, en cada inútil caída, en cada rostro, en cada mirada, en este mundo completamente loco, en los imposibles caminos y en cada pequeña nube que se queda quieta, suspendida, congelada, como hoja, como un vago pensamiento, como un pequeño animal asustado. Pienso en las vueltas, en los irreparables silencios, en manos blancas, casi trasparentes, en sueños vagos y rotos, en pequeños recuerdos vacíos que ya no mueven, ni tocan, casi ni se encienden, no alumbran, no dicen, no piden, no llaman, como tú, que permaneces dormido y lejano, escondido, callado.

Dime la palabra perfecta o el movimiento seguro y yo sabré valorar y encontrar, sabré buscar y hallar, dame la mirada o el gesto o mejor mueve tu mano o solo tu cabeza, dame razones y yo lo intentaré, lo conseguiré. Provócame, incítame, que yo moveré, cruzaré, sentiré.

Cuando las cosas se detienen, yo corro siempre a un encuentro vacío, solo lleno de pequeñas cosas que traen lejanos recuerdos de tiempos recortados por demoras y luces y palabras, y sueños blancos que se difuminan y devoran amores, besos, abrazos, lugares, caricias y lentas y sensibles miradas de lluvias y melancolías.