Sé de tiempos, de otros, no de mejores, pero si de amores de lábios inquietos y temblorosos, de manos en los bolsillos y lentos pasillos, de noches que se mueven y trepan por ventanas, por sendas y se agitan y rien y callan, sé de tiempos, lejanos, otros cercanos y sé de lugares y espacios, de rincones cálidos y oscuros, de pequeños laberintos.

Porque donde voy yo sé lo que encontraré, lo que nunca pudiste ver se esconde de tus manos, de tus ojos de bosque, y de tu boca de agua. Porque yo sé lo que no imagino. Sé separar vientos y nubes, tejados y piedras. Sé encontrar caminos. Sé de tardes y largos pensamientos enredados en tu cabeza.

Hay tantas cosas que quiero decirte con esta boca vacía de palabras, con estos brazos mudos. Qué es perder, si nunca te he tenido, es sumar a cada instante todos los momentos robados, todos los tiempos inventados, cada roce de tu mano en mi piel, cada mirada perdida, cada justa mentira. Son sonrisas y juegos, son tardes y lunas, son separaciones y muebles, son rios secos y árboles tristes, son como arena en los bolsillos y en los zapatos, son piedras y noches.

Hoy parece que nieva sobre mi corazón, que las sombras están más inquietas, más cerca, hoy parece que las horas no se quieren mover y los vientos no quieren pasar, hoy que todo parece en calma mis manos están más blancas y mi boca más fria, hoy que parece que todo está más lejos, más indiferente a estos ojos que ya no miran, a este torpe corazón que ya no tiene ganas de latir.

Ya no sé lo que siento, porque aún no sé valorar todo lo perdido, seguro que es mejor así, olvidar y perder es mejor que retener, es mejor que intentar conservar lo que nunca fue mio, lo que solo fue un intento vago de conseguir un pequeño sueño, un intento de volar sin alas, un sabor que nunca tuve en mi boca, un calor que nunca sentí en mismo, no se puede volver a sentir lo que nunca fue, lo que se perdió antes de comenzar.

No sé cómo aprender, como disimular, quise tantas cosas, fue tanta indiferencia, pasaron por mi piel tanto tiempo y acepté, rechacé y comencé. Y siempre quedará, siempre podré pensar o decir, o podré mentir, engañar, o abrir un poco los ojos, para evitar mirar, para no decir palabras suaves, o lentas letanías que comienzan, que se pierden para no regresar, por no evitar pedir, para no volver a perder.

Cuando ya no estés qué quedará, los salones fríos, las puertas cerradas, la voz vacía, y los árboles callados, las noches y la lluvia, los charcos sin tu nombre, los caminos perdidos, las palabras, las eternas y vagas palabras, los susurros, los sueños de ayer y las nubes, los vientos rotos y rios sin agua, las ventanas heladas, los pensamientos errados, las manos vacías y los labios ciegos.