miércoles, 1 de septiembre de 2010

Y que tenga un gran sombrero.






Y de la nada brotó, salió errante, brillante como una olla, recorría habitaciones enteras, largos pasillos, no cantaba, solo tarareaba, separaba continentes con su mirada y los ríos fluían del revés, daba golpes con la mano abierta. Era hombre lento, de movimientos rápidos, de palabra fácil y torpe de entender, tenía zapatos hoscos y calcetines cortos, para pies pequeños y pasos largos.

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